miércoles, 9 de diciembre de 2015

HOMILÍA EN LA MISA DE CELEBRACIÓN POR LA BODAS DE PLATA SACERDOTALES
DEL P. MAURO Y DEL P. JOSÉ ANTONIO
Martes de la I Semana del Tiempo Ordinario
“(Jesús) se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: - Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien” (Lc 10, 21).
Muy querido Mons. Roberto, obispo de nuestra diócesis, muy estimado y querido Mons. Jesús, P. Mauro Gonzales -mi promoción-, queridos hermanos sacerdotes y seminaristas, hermanos y hermanas en Cristo nuestro Señor y María nuestra Madre.
1.- El Evangelio que acabamos de escuchar recoge el “himno de júbilo” del Señor. Esta es la primera idea que quisiera reflexionar con la ayuda del Espíritu Santo. Fijémonos en el profundo sentimiento que expresa Jesús, porque su Palabra, la Palabra de Dios, ha sido entendida y aceptada por los sencillos y los humildes. Jesús se llena de alegría cuando aceptamos enseguida lo que su Padre quiere de nosotros.
Esto es, que si nosotros queremos darle una gran alegría, debemos obedecer presurosos a lo que Él nos pida, con sencillez y humildad. Esa humildad que tenía el Mesías, descendiente del rey David, que hace referencia la primera lectura al hablar de que surgirá un rey del tronco o de la cepa de Jesé (padre de David): humilde, como indica la imagen del árbol talado: el tronco, la cepa.
¡Cuántas veces hemos considerado en la alegría de Dios cuando un pecador se convierte! ¡Cuántas veces nosotros hemos sentido esa alegría después de habernos arrepentido de nuestros pecados, confesado sinceramente, y salir con la paz  y el gozo de la reconciliación!
Ahora debemos también llenarnos de alegría porque hemos llenado de gozo a nuestro Señor al haber hecho lo que Él nos pedía. El P. Mauro y yo –a pesar de los pesares, a pesar de nuestros pecados- también nos llenamos de una alegría incontenible porque en estos 25 años de entrega sacerdotal ha habido abundantes sucesos donde hemos sido causa de júbilo de Jesús. Y también mis demás hermanos sacerdotes lo han experimentado, de los cuales varios celebrarán sendos jubileos el 8 de diciembre.
A ti te animo a considerar en tu oración las múltiples oportunidades donde le has dicho sí al Señor, y le has llenado de gozo: ¡también hay alegría en el Cielo cuando un siervo humilde está cada día haciendo las cosas más sencillas por amor a Dios, obedeciendo, haciendo su voluntad!
2.- “Bienaventurados los ojos que ven lo que están viendo”, exclamó Jesús. Mientras que el salmista dice: “Gusten y vean qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él”. Sí, somos dichosos, estamos alegres porque el Señor ha estado grande con nosotros. Este reconocimiento –que debemos tener siempre con asombro humilde– se produce cuando respondemos libremente a la vocación, a la llamada divina, conscientes de que todo es gracia.
Los sacerdotes diocesanos de mi generación se acordarán mucho que el P. Eutiquiano, en el tiempo de formación, nos inculcó que debemos pedir diariamente la gracia de la perseverancia final.
Por eso, así como ustedes, laicos y consagrados, nos piden que recemos por sus personas; nosotros también les pedimos la limosna de su oración para obtener esa gracia de la perseverancia final. Más aún, soy consciente –somos conscientes los sacerdotes- que nuestra fidelidad también se debe a ustedes –feligreses, integrantes de grupos parroquiales y movimientos apostólicos, familiares y amigos–  cuando rezan por nosotros “para que seamos buenos”, para que seamos santos.
Cuando fuimos ordenados sacerdotes recibimos un poder sagrado para ponerlos al servicio de ustedes (Youcat, 249); administrando los sacramentos actuamos “en la persona de Cristo” (Idem, 250). Hemos recibido los dones del Espíritu Santo que hace referencia el profeta Isaías en la primera lectura: la sabiduría y la inteligencia, para actuar con destreza y prudencia y así no errar en el juicio, como Salomón; el consejo y la fortaleza, cualidades propias del buen estratega, como David; la ciencia y el temor de Dios para reconocer que actuamos siempre representando a Dios (Cfr. Sagrada Biblia, EUNSA, Libros proféticos, p. 101). Sigan rezando para que actuemos así, para ser dóciles al Espíritu Santo, para ser ante todo servidores.
El Papa Francisco, en la homilía que pronunció el domingo pasado en una Misa con sacerdotes y consagrados en África, decía que debemos actuar con fidelidad, haciendo memoria de la fidelidad de tantos hermanos nuestros que han dado la vida antes que nosotros, y continuando nosotros siendo fieles para ayudar en la fidelidad de los que vendrán después.
Por eso, qué bueno es recordar a aquellos hermanos sacerdotes, impulsores de nuestro Seminario “Santo Toribio de Mogrovejo”, que nos ayudaron a formarnos: los obispos santos que dieron buena parte de su vida en la diócesis, como fueron Mons. Daniel Figueroa Villón, Mons. Luis Sánchez Moreno-Lira y Mons. Ignacio María de Orbegozo y Goycoechea; o la de aquellos presbíteros formadores, ya fallecidos, como fue nuestro Rector, el P. Ramón Roca Sallas, los PP. Ángel Riero, Plácido Olivares, José Casero y Pepe Vales; y el trabajo de otros sacerdotes que hasta ahora nos ayudan con su fidelidad y ya no se encuentran en la diócesis, como son los PP. Eutiquiano Saldón, Agapito Muñoz, Juan José Miranda, José Alarcón y Guillermo Areán Pereira. Todos estos presbíteros que acabo de hacer memoria tienen algo en común: pertenecieron o pertenecen a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Sí, debo ser agradecido por todo el bien que han hecho a la diócesis, por ser ejemplo de entrega incondicional a la vocación sacerdotal. Por supuesto que ha habido otros sacerdotes y laicos que han sido también bastante generosos con su oración y su ayuda económica para llegar a recibir la formación sacerdotal. Gracias a ellos también.
3.- Para terminar esta homilía, vamos a fijarnos en ese “Sí” jubiloso de nuestro Señor, que el texto evangélico escuchado nos refiere: “¡Sí, Padre, así te ha parecido mejor!”.
Comentando este pasaje, el Catecismo de la Iglesia Católica enseña: “Su conmovedor “Sí, Padre!” expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, que fue un eco del “Fiat” de su Madre en el momento de su concepción, y que preludia lo que dirá al Padre en su agonía. Toda la adhesión de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón de hombre al “misterio de la voluntad” del Padre (Ef 1,9)” (n. 2603).
En efecto, la vida de Jesús, y nuestra vida, tiene sentido cuando hacemos siempre la voluntad de nuestro Padre Dios. Eso hizo la Virgen María cuando expresó: “Hágase en mi según tu Palabra”, o en la obediencia pronta y silenciosa del bueno de José cuando el Señor le indicaba lo que tenía que hacer; o cuando Jesús –sabiendo lo que le iba a suceder– le pidió en el Huerto que si era posible aleje de él ese cáliz de amargura, pero terminó diciendo: “Mas no se haga mi voluntad sino lo que quieras tú”.
De la misma manera, pidan para que nosotros los sacerdotes hagamos siempre lo que el Señor quiere. Esta voluntad divina viene dada por lo que nos señala el obispo. Nihil sine epíscopo: Nada sin el obispo: este es el significado preciso ante la promesa de obediencia que hicimos el P. Mauro y yo a Mons. Ignacio, “y a sus sucesores”: que luego fue Mons. Jesús, y hoy día es Mons. Roberto.
Que sepamos secundar lo que nos pide el Padre misericordioso en este año jubilar del Año de la Misericordia que comenzará el 8 de diciembre: ser ministros de la misericordia, esto es, que dediquemos más tiempo a estar en el confesonario, a predicar más sobre el amor misericordioso de Dios y a secundar los diversos trabajos en el encargo sacerdotal asignado, de acuerdo a las recomendaciones del Papa Francisco.

Madre de Dios, tú que eres la Inmaculada Concepción, tú que eres Nuestra Señora de Guadalupe,  ayúdanos siempre a decir contigo: “Hágase en mí según tu Palabra”; que nos sintamos seguros ante la promesa que la Iglesia nos asegura: “El Señor que empezó en ti esta obra buena, Él mismo lo lleve a término”. Que así sea.

Fiesta Patronal "Nuestra Señora de Guadalupe"

Celebramos la 16ª Fiesta Patronal en honor a Nuestra Señora de Guadalupe. Desde que fue creada la parroquia (el 2-I-2000), Mons. Jesús Moliné -obispo de la diócesis en aquel entonces- nos animó a poner los medios para hacer un complejo parroquial que será la sede definitiva. Gracias a los feligreses guadalupanos, y animados por Mons. Roberto Prevost, se viene haciendo realidad la construcción del templo (ver página correspondiente). Lo estamos ejecutando en primer lugar por la oración incesante que pide a todos ustedes este servidor (como párroco) y los padres Juan Mechán y Juan Manuel Medina (vicarios parroquiales) para que se vaya levantando de la mejor manera y para que venga la ayuda económica necesaria.
¡Infinitas gracias! Aunque también recibo agradecimientos de nuestros colaboradores porque son conscientes de que les estamos ayudando a hacer una obra de Dios, haciéndose merecedores de múltiples bendiciones para su persona, su familia y su trabajo.
Por otro lado, les hago partícipe de mi inmensa alegría por celebrar mis Bodas de Plata Sacerdotales el 8 de diciembre. “Gusten y vean qué bueno es el Señor, dichoso quien se acoge a Él”. Tengo una deuda inmensa con cada uno de ustedes porque soy consciente de que mi fidelidad sacerdotal se debe en buena parte a las oraciones suyas, pues todo es gracia de Dios en el camino de la santidad, a pesar de nuestros defectos y pecados. Por este motivo, les invito a participar de dos misas especiales que se han programado: la primera, el martes 1° de diciembre a las 12 del mediodía en la Catedral (donde presidirá nuestro obispo Mons. Roberto con todos los sacerdotes), y, la segunda, el martes 8 (feriado por ser Solemnidad de la Inmaculada Concepción) a las 4.00 p.m. en mi pueblo natal San José.
Finalmente, quisiera anunciar la celebración del Año Jubilar, denominado “Año de la Misericordia”, que ha convocado el Papa Francisco. Comenzará el 8 de diciembre y terminará el 26 de noviembre del 2016. Para ello, te invito a participar de la misa inaugural que tendremos el domingo 13 de diciembre en la Catedral a las 12 del mediodía. ¡Cuánto necesitamos de la misericordia divina! Ya lo decía el Cardenal Jorge Bergoglio cuando se le preguntó si aceptaba la elección: Soy un gran pecador. Confiando en la misericordia y en la paciencia de Dios, en el sufrimiento, acepto.



Con el deseo que de que puedas participar de los actos litúrgicos y de la feria parroquial me despido, recordándote que la Virgencita Morena del Tepeyac te mira desde el Cielo y te consigue abundantes bendiciones de su Hijo Jesús, de su Padre Dios y de su Esposo el Espíritu Santo.


P. José Antonio
Feria Parroquial "Nuestra Señora de Guadalupe" - Chiclayo

25 AÑOS DE VIDA SACERDOTAL 
Nacido en el distrito de San José, departamento de Lambayeque-Perú, el 7 de abril de 1964. Sus padres, Guillermo Jacinto (+19-VIII-2011) y María Isabel Fiestas, tuvieron siete hijos: Blanca Esther, María Elena, Guillermo, Jorge, María Isabel, Oscar Martín y él, que fue el quinto. También tuvo un primo-hermano, llamado como él –José Antonio- que vivió con ellos como un hermano más.
Realizó sus estudios primarios en el Colegio 10222, “Elvira García y García”, desde 1971 a 1975. Hizo su primer comunión y recibió el sacramento de la Confirmación cuando tenía 9 años, en 1973, durante una misión que realizaban los redentoristas..
Estudio Educación Secundaria desde 1976 a 1980 en el Colegio Nacional Mixto San Pedro, donde tuvo excelente profesores, ocupando el primer puesto en todos los años de estudios. Ya adolescente perteneció a un Club social fundado y dirigido por el extinto Alcalde Isaac Fiestas Millones.
En el año 1981, ingresó a la carrera de Ingeniería Mecánica Eléctrica en la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Siempre consideró que la Virgen María, bajo la advocación de la Virgen de Fátima, le había escuchado su promesa: que le ayude en sus estudios superiores y que cuando sea un profesional él iba a repartir la mitad de su sueldo entre los pobres. Así hizo los cuatro primeros ciclos, residiendo en Lambayeque y llegando los fines de semana a San José. Al pasar al quinto ciclo, en el verano de 1983, decidió ayudar en la catequesis de Primera Comunión de su pueblo.
Es en estas circunstancias, cuando el 7 de agosto de 1983 recibió la primera llamada de su vocación sacerdotal en un retiro de catequistas organizado por la Comisión Diocesana de Catequesis y dirigida por el Seminario. Allí conoció al Seminarista José Manuel Zamora Romero, hoy día rector de este Centro de Formación Sacerdotal.
Cuenta el P. José Antonio: “El retiro fue una experiencia divina, sobrenatural. Ingresamos el viernes 5 de agosto. El Señor fue tocando mi corazón al hablarme de hacer una revisión de mi vida para que me perdone de todos mis pecados. El sábado continuó con esta reflexión hasta que por la tarde hizo una confesión especial. Ya por la noche sentí esa paz y gozo de Dios durante la misa. Al día siguiente, domingo, terminó el retiro dando la meditación el rector del Seminario, P. Ramón Roca Sallas (Que en gloria esté), y hablo de la vocación sacerdotal. Fue allí donde tuve la primera moción del llamado, de la vocación. Al terminar el retiro, le conté al seminarista José Manuel lo que estaba sintiendo, y me dijo que viviera lo que había aprendido –las normas de piedad- y que si seguía con ese pensamiento me acerque al Grupo de Seminario, que funcionaba los días viernes por la tarde, para conversar con el Rector. Y así fue. Llegó el viernes 12 de agosto de 1983, cuando conocí por primera vez el Seminario Mayor Santo Toribio de Mogrovejo. Conversé como una hora y media con el, P. Ramón, contándole toda mi vida y al final me dijo: “Son síntomas de vocación, depende de ti”. Es allí cuando decidí entregar toda mi vida al Señor, le dije que sí, que decía entrar al Seminario y que me dijera que es lo que tenía que hacer. Eran cerca de las 7.30 p.m., ya estaba oscureciendo, pero para mí comenzó una nueva etapa de mi vida, lleno de luz y alegría”.
Es así como ingresó en el año 1984, cursando el trienio filosófico y el cuadrienio teológico. El rector le pidió que enseñara Matemática a sus condiscípulos, ya que se suponía que él sabía esta materia, por sus estudios de Ingeniería. Y así fue como comenzó a ejercer una actividad docente, que ha ejercido hasta ahora.
“La experiencia de mi formación sacerdotal me ha marcado toda mi vida, especialmente que sea sincero siempre, con humildad y sencillez, sin complicarme la vida. Considero que esto es clave para la perseverancia, pues de esta forma el Señor nos puede ir guiando ya sea en la dirección espiritual y en la confesión semanal. Además, la oración de mi familia y de tanta gente que reza por las fidelidad y santificación de las vocaciones sacerdotales, ayudan eficazmente en hacer la voluntad divina”.
Recibió los primeros ministerios en 1998, el orden del diaconado en 1989 y la ordenación sacerdotal en 1990. Todos estos acontecimiento fueron un 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, y de manos de Mons. Ignacio María Orbegozo y Goycoechea (+2004).
Su primer nombramiento le llevó a vivir durante dos años a la provincia de Santa Cruz (departamento de Cajamarca) como vicario parroquial (1991-1992) en la parroquia “La Inmaculada” de su diócesis de Chiclayo.
Luego fue nombrado primer párroco de la reciente creada parroquia “Sagrado Corazón de Jesús” en el distrito de José Leonardo Ortiz, aledaño a la ciudad de Chiclayo (1993); en este tiempo también fue capellán en el Grupo Aéreo N° 6 (1993-1994).
Fue trasladado en setiembre de 1995 para ser el administrador parroquial en la parroquia “San Juan María Vianney”, donde trabajó durante un año.
Monseñor Ignacio lo envió en setiembre de 1996 a hacer un doctorado en Teología (Histórica) en la Universidad de Navarra – España. Es por eso, que residió en la Madre Patria durante 3 años, regresando al Perú en el mes de setiembre de 1999.
Su nuevo obispo, Monseñor Jesús Moliné Labarta, le pidió que apoyara por cuatro meses en la parroquia “Santa Lucía” de Ferreñafe, que se dedicase a trabajar en la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo, que había comenzado a funcionar precisamente en ese año de 1999, y que comenzara a hacer una Maestría en la Universidad. Además, le dijo que en el año 2000 retomaría su docencia en el Seminario, con los cursos del área Historia de la Iglesia.
A inicios del año 2000 fue nombrado párroco de la recién creada parroquia “Nuestra Señora de Guadalupe” en Chiclayo, donde viene trabajando hasta el presente año de 2015.
La vocación sacerdotal del P. José Antonio siempre ha ido unida a la vocación docente, como se ha dicho anteriormente: ya desde el año que ingresó al Seminario, en 1984, habiendo estudiado la mitad de carrera de Ingeniería, su rector le pidió que impartiera la asignatura de Matemáticas a sus condiscípulos, y luego a todos los seminaristas durante sus siete años de formación sacerdotal, aunque después le pidieron que también diera Contabilidad Básica. Ya en Santa Cruz continuó en la docencia trabajando en el Instituto Superior Pedagógico “Santa Cruz” con cursos de Educación Religiosa a los futuros docentes. Cuando comenzó a trabajar en su segunda parroquia, localizada cerca del Seminario, fue solicitado para enseñar en su alma mater Latín Básico, Historia de la Filosofía e Historia de la Iglesia. Después de regresar de Pamplona (España) como doctor en Teología, su obispo Mons. Jesús Moliné Labarta le pidió que compartiera su trabajo sacerdotal en la parroquia y en la reciente creada Universidad Católica “San Toribio de Mogrovejo” - USAT (setiembre de 1999), hasta ahora. Por cierto, al mismo tiempo continuó siendo profesor en el Seminario Santo Toribio con asignaturas del Área de Historia de la Iglesia. También en el año 2000 trabajó como capellán en el Colegio Privado Santo Toribio de Mogrovejo.
En la USAT, aparte de ser profesor, ha sido capellán universitario, director del Departamento de Filosofía y Teología y Decano de la Facultad de Teología. Actualmente es Capellán de la Facultad de Derecho. Precisamente, por su trabajo universitario, tuvo que hacer una Maestría en Educación, Mención en Teoría y Práctica en la Universidad de Piura (1999 – 2004). También ha sido director de la Revista diocesana “Vida en Familia” (2005-201). En el año 2009, hizo una estancia de tres meses en la parroquia “Saint Katherine Labouré” en Harrisburg – Pensilvania, para perfeccionar sus estudios del idioma Inglés.
Teniendo 51 años, y habiendo llegado a cumplir sus Bodas de Plata Sacerdotales, el P. José Antonio sigue diciéndonos con el salmista: “Gusten y vean, qué bueno es el Señor! ¡Dichoso el que se acoge a Él!. Y pide oraciones a todos para que siga cumpliendo sus propósito –a pesar de sus limitaciones, a pesar de los pesares, como él dice- de ser un sacerdote que sirva a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, especialmente que sea un sacerdote confesor, asiduo al confesonario, en este Año de la Misericordia que ha inaugurado hoy día, 8 de diciembre de 2015, el Papa Francisco aperturando la Puerta Santa en Roma.