sábado, 13 de febrero de 2016


 CARTA DE AGRADECIMIENTO POR LA MEDALLA DE ORO OTORGADA POR LA USAT AL P. JOSÉ ANTONIO JACINTO FIESTAS CON OCASIÓN DE SUS BODAS DE PLATA SACERDOTALES

Muy querido Mons. Roberto;
Muy estimada Dra. Patricia Campos;
Queridas autoridades académicas y administrativas;
Estimados profesores y personal administrativo y de servicio:

Cuando me comunicaron el otorgamiento de esta medalla de oro, hace 10 días, expresé inmediatamente: «Que todo sea para la gloria de Dios».
En estos días, que estoy impartiendo el curso de Moral a los estudiantes del octavo ciclo de las diferentes Escuelas, nos encontrábamos con el significado preciso de ese dar gloria a Dios, el cual no consiste en aumentar la gloria al Señor, pues Él es Dios, Él no necesita nada de nosotros, sino que se trata de manifestar esa gloria a los demás.

Y eso es lo primero que quisiera expresar, una vez más, pues lo vengo haciendo especialmente en estos meses cercanos de las Bodas de Plata Sacerdotales que celebré el pasado 8 de diciembre de 2015. Efectivamente, el sacerdocio y la perseverancia en esta vocación presbiteral es gracia de Dios, todo es don de Dios, pues Él fue el de la iniciativa y el que me da las fuerzas necesarias para seguir adelante; además, son gracias conseguidas por las oraciones de tanta gente –hermanos y hermanas cristianos como ustedes-, que piden por la fidelidad y la santidad de los sacerdotes. ¡Gracias por eso! Aprovecho, entonces, estos momentos para seguir pidiéndoles las limosnas de sus oraciones a fin de obtener la gracia de la perseverancia final.

Alguien supo recordarnos –al P. Mauro Gonzales y a mí- que el haber llegado a los 25 años de vida sacerdotal no se debe sólo a la gracia divina y a las oraciones de los demás, sino que se ha debido también a la docilidad inteligente de cada uno de nosotros, pues la gracia divina sería infructuosa si no la hubiéramos secundado cada día de nuestra vida.

Y, gracias a Dios, también veo que en mí esto ha sido así desde aquel 7 de agosto de 1983 –¡hace cerca de 33 años!-, cuando me encontraba estudiando el V ciclo de la carrera de Ingeniería Mecánica Eléctrica en la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. En efecto, tenía en aquel entonces 19 años cuando sentí el primer llamado, que no ha cesado hasta el día de hoy. Siempre he sido consciente de que no hay nada de iniciativa por mi parte, sino que todo ha sido un obedecer a lo que Dios me fue pidiendo, a pesar de mis pecados…
Mi fe y amor a Jesucristo y a su Iglesia me ha hecho ver siempre que el querer de Dios viene expresado a través de instrumentos, que -en primer lugar- fue manifestado por seminaristas, luego por formadores del Seminario y –una vez ordenado presbítero- con las indicaciones de mi obispo.

Nihil sine Episcopo se dice en latín cuando nos referimos a que no queremos hacer nada sin tener en cuenta al obispo, pues escucharlo y obedecerlo es escuchar y obedecer a nuestro buen Dios.

Es así como veo esa dedicación a la USAT: como una de mis labores pastorales que el Señor me ha pedido en mi vida presbiteral en estos últimos 17 años.
Recuerdo que cuando Mons. Ignacio María de Orbegozo y Goycoechea me envió, en agosto de 1996, a hacer un doctorado en Teología, en la orientación de Historia de la Iglesia, me decía siempre que era para crecer en mi vida interior y para enriquecer mi preparación académica a fin de poner el hombro en las tareas diocesanas necesarias cuando regresara con el grado correspondiente. Como bien sabemos, el Señor lo llamó a su presencia el 4 de mayo de 1998, reemplazándolo Mons. Jesús Moliné Labarta, quien me animó también a seguir adelante con el plan que me había trazado don Ignacio.

La verdad es que yo desconocía el proyecto de trabajo, para fundar esta universidad, que estaban realizando Mons. Ignacio junto con el P. Dionisio Quiroz (Que en Gloria esté) y un equipo de profesores. Como bien sabemos, costó muchísimo la aceptación del Proyecto por parte de la autoridad gubernamental. Cuando él murió, ya estaba prácticamente aprobada la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo, de tal manera que al sucederle Mons. Jesús, solamente tuvo que secundar el proceso para que llegue la resolución de creación ese 14 de octubre de 1998. Y para darnos cuenta de que el Señor estaba empeñado en que esto saliera adelante, me acuerdo de que Mons. Jesús me visitó en junio de 1998 en Pamplona a fin de animarme más para obtener el doctorado, pues como la USAT ya casi era un hecho, quería que me dedicase a la pastoral universitaria.

Por eso, cuando terminé mis estudios y regresé a Perú, en agosto de 1999 -primer año de vida de la Universidad-, enseguida me incorporé al trabajo universitario, e incluso, Mons. Jesús, me pidió que hiciera una Maestría en Piura para respaldar el doctorado eclesiástico que ya tenía. ¡Todo pensando en la Universidad! Así, han pasado 16 años de mi vida sacerdotal entregados a la USAT, mejor dicho, lo que el Señor ha querido para esta parte de su Pueblo, para esta Iglesia Particular.

Cuando llegó Mons. Roberto a la diócesis, hace 13 meses, expresé mi deseo de servir en lo que la Iglesia me pida. Por ahora, él me ha confirmado que seguiré por acá, con las tareas que tengo encomendadas: Miembro de la Asociación, Capellán de la Facultad de Derecho y profesor de Teología. Sin dejar de poner el hombro también en la pastoral parroquial como párroco en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe.

He querido recordar todo esto para no olvidar las misericordias de Dios y cómo el Señor nos pide que saquemos adelante esta labor universitaria a fin de santificarnos, evangelizando y aportando a la sociedad profesionales competentes y formados en valores cristianos.
Y también para agradecer a los que han pasado por este campus dando todo de sí mismos: Mons. Ignacio, P. Dionisio, y nuestro queridísimo Mons. Jesús, y otros profesionales que ya no laboran actualmente en la USAT.

Quisiera renovar mi compromiso, en estos momentos, de seguir sirviendo –hasta cuando el Señor lo disponga- para que la USAT sea un instrumento de apostolado y que, a través de la proyección social, lleguemos a muchas personas en este Año de la Misericordia.

¡Infinitas gracias!


P. José Antonio Jacinto Fiestas